Una hipótesis semiótica sobre la confusión popular "Astronomía-Astrología"[1] 

Pablo S. Wahnon

INSTITUTO COPERNICO

Casilla de Correos 51 Suc.48B, 1448 Buenos Aires, Argentina

e-mail: wahnon@icoper.edu.ar

 

ABSTRACT

A personal point of view about the relation between Astronomy and Astrology is established..

Se establece un punto de vista personal sobre la relación que hay entre la Astronomía y la Astrología.

 

 


Prólogo: Un problema en Astrolandia

En una montaña casi desconocida para todo el mundo, irrumpio, en medio de la noche y del frío, un hombre de gafas  oscuras.  Este ser se dirigió, con sutil lentitud, hacia su telescopio. Se sento luego en su banquito preferido, y retiró sus lentes como si se hubiese arrancado un pedacito de piel. Se inclinó, entonces, y con un leve esfuerzo logró acondicionar su mirada dentro de la mágica lente. Sintió entonces, que ya no formaba parte de la tierra y que el universo arrastraba su cuerpo hacia las profundidades de un Cosmos oscuro y enigmático. Sabía que él no era el único ser privilegiado entre los hombres de la tierra. Muchos otros, llamados astrónomos, compartían con él, su pasión, su intriga, y su  amor, por el cielo. También él era un astrónomo, y por lo tanto formaba una clase especial de hombres denominada homo sapiens erectus nocturnus montanus[2]. Estos hombres formaban un pequeño país dentro del continente científico. Su pais era próspero y siempre estaba en constante crecimiento. Era un gran productor de ideas y no se quedaba atrás en la cosecha de sorpresas. Había formado un mercado común con los matemáticos y los físicos, y otro con los biólogos y los químicos. Aún no tenía, debido a la lejania, buenas relaciones con los investigadores de las disciplinas humanisticas, pero su  embajador confiaba en un pronto y fructífero intercambio.

 

Pero los astrónomos estaban en problemas. Comenzaron a llegar noticias inquietantes del otro continente. Parecía ser, contra todo pronóstico, que el continente místico se preparaba para La Invasión. Contaban para ello con el mayor ejército del planeta y con el arma más mortífera. Esta habia sido robada de las propias entrañas del pequeño país de los astrónomos. Un astrólogo, de nombre Nostradamus XXIII comandaba las fuerzas.

 

                                         El desatino lo cometió Marduk,

                                         al fecundar las aguas,

                                         antes no era antes

                                         ni después, después

                                         ni Marduk necesitaba un nombre

                                         ni padecía una figura

                                         y al concierto se lo llamó caos

                                         y al nacido caos

                                         vivir.

                                               Bernardino Rivadavia.

Introducción

Este trabajo nace por la necesidad de poner de manifiesto la toma de conciencia por parte de los astrónomos (profesionales y aficionados) del estatuto real que la sociedad les otorga. En primer lugar, diremos que la sociedad no los conoce muy bien. En efecto, hemos oído, muchas veces, la siguiente frase:

 

- ¿Vos que estudias? (dice una persona cualquiera)

- Astronomía

- ¡Ah! Soy de Tauro... ¿No me podrías calcular mi ascendente?

- ¡No! Pero si yo estudio  A S T R O N O M I A

- ¡Ah!... ¿y qué es eso?

- Eeeh, bueno... ¡Cómo te lo podría explicar!

 

Frases como estas hemos tenido que soportar muy a menudo. Facilmente atribuimos la confusion a la ignorancia de la gente o a su predisposicion para las creencias misticas. Como contrapartida, se ha escrito una innumerable cantidad de articulos demostrando que la astrologia no es una ciencia. Estos ensayos se apoyan en varios puntos de vista, como ser: los astrologos no proceden de una manera científica, parten de hipotesis inconsistentes, utilizan un lenguaje ambiguo, etc. Sin embargo, nuestros compañeros, en este enigmatico camino de la vida, aún consultan habitualmente sus horóscopos, compran sus cartas natales, y leen la última predicción que hizo un astrólogo famoso, sobre el futuro de nuestro país.

 

No intentaré, en este trabajo, demostrar que la astrología no es una ciencia. Es más, tal cosa se verá con claridad luego de nuestra discusión. Pretendo, no obstante, mostrar cuán peligroso es el tratamiento astronómico de la astrologia. Luego, trataré de dilucidar por qué la sociedad no distingue los conceptos astronomía-astrología, por qué para la mayoria de los astronómos estos conceptos constituyen una dicotomía, y por qué estan equivocados estos astrónomos. Propondré, desde luego, posibles soluciones a estos problemas y, por supuesto, nuevas preguntas. Bien, vayamos a los acontecimientos:

I. Posibilidad de un análisis astronómico de la astrología.

Señalemos, ante todo, que si tal análisis fuese posible implicaria que la astrología forma parte del dominio de investigacion de un astrónomo (y, de una manera más general de un científico). Esto tiene varias consecuencias. Dentro del terreno estrictamente cientifico deberiamos asegurarnos de poder abordar, a partir de nuestro marco teórico, las hipótesis del problema en cuestión, antes que su verificación empírica. Este proceder no es arbitrario sino que se funda más bien en una prioridad intrínseca a la investigación misma. La historia de la astronomía[3] misma nos da un sinnúmero de ejemplos de lo que estoy diciendo. Veamos algunos: Es bien conocida la hipótesis formulada por Kant en 1755 sobre las nebulosas espirales. Dijo, ni más ni menos, que estas nebulosas eran galaxias como nuestra Via Láctea. Esto era una mera hipótesis, y pasaron casi 200 años hasta que, en 1923 John Duncan y el gran Hubble  descubriesen las primeras estrellas variables en estos sistemas. Pero el camino de la ciencia no fue tan sencillo. Más bien diremos que la hipotesis kantiana tenia más argumentos en contra, que a favor, antes del mencionado descubrimiento. Es muy útil ilustrar este punto con el famoso debate entre Shapley y Curtis sobre los universos islas, celebrado el 26 de abril de 1920. Hasta ese momento, las observaciones favorecían a Shapley, quien sostenía que las nebulosas en cuestión pertenecían a nuestra galaxia. Los hechos empíricos logrados, hasta ese momento, parecían, entonces, indicar otra verdad, mientras que la intuición kantiana se hallaba sobre la pista correcta. Creo que coincidiremos, de buen grado, que esta hipótesis de las nebulosas espirales es claramente astronómica.

 

Quiero mencionar, también, la hipótesis desarrollada por Miss Henrietta Swan Leavitt. En 1908, en base a la observacion de unas 17 cefeidas dentro de las dos nubes de Magallanes, conjeturo la posibilidad de que existiese una relacion entre el período y la luminosidad de estas estrellas. Dicha relación se verificó, luego, con la observación de más estrellas de este tipo. La relación tiene un carácter fundamental para  la astronomía: estaba en juego la escala de distancias; el patrón fundamental para saber a qué distancias están los objetos. Sin embargo, aquí tampoco la historia fue muy feliz. La calibración de esta relación, se hizo en base a los trabajos de Shapley, quien realizó observaciones de unas estrellas pulsantes, denominadas RR Lyrae, pertenecientes al halo y, por lo tanto, de poblacion II (concepto que no se manejaba en ese momento). Recién después de más de dos décadas, en 1952, Walter Baade se dio cuenta de que, en realidad, no habia una, sino dos relaciones período-luminosidad, dependiendo de la poblacion a la que la estrella perteneciese. Esto trajo aparejado que se tengan que corregir, una gran parte de las distancias (particularmente de las galaxias cercanas), en el doble de lo que se consideraba hasta ese momento.

 

Este brevísimo y podado resumen de un capítulo  fundamental de la historia de la astronomía, nos  muestra los vaivenes por donde suelen navegar los conceptos astronómicos. Esto no es casual, dado que la empresa, bien lo sabemos, no es fácil.

 

He tratado de mostrar, además del movimiento que siguen los descubrimientos astronómicos, lo importante que es seleccionar una hipótesis de trabajo. Esta puede ser verdadera o no, eso lo dirá el tiempo. Somos, después de todo, detectives del universo, y, como tales, elaboramos las más complejas conjeturas, para deducir, a partir de unos pocos signos, los secretos más recónditos del cosmos. Pero queda claro que las hipótesis mencionadas en los ejemplos dados con anterioridad,  unque fuesen falsas, son astronómicas.

 

Bien cabe preguntarse, desde una perspectiva metadisciplinaria, cuál o cuáles son las hipótesis con las que trabaja la astrología. Me detendré en una, que considero fundamental. Es más, sin ésta la astrología no existe como tal. Me refiero a la hipótesis según la cual, hay una relación entre los astros y el hombre. Esta relación se refiere, por ejemplo, a la disposición de los astros y el futuro del hombre, o la humanidad, etc. Ahora bien:, si se supone válido un análisis astronómico de la astrología, tendríamos que poder analizar las hipótesis astrológicas desde el marco teórico que posee la astronomía. ¿Es esto posible? ¡¡¡Decididamente noooooo!!!. No conozco una sola publicación astronómica profesional donde se asuma la hipótesis mencionada. La astronomía no estudia la relación entre el futuro del hombre y el cosmos, es más esta, no le interesa en lo más mínimo. Son prácticas distintas y, como tales, incomparables ya que, entre otras cosas, sus objetos de estudio son distintos. No tiene nada que ver la hipótesis de los agujeros negros, con la mancia astrológica. La astrología, por tanto, no podría ser analizada por la astronomía. Esto no quiere decir que la astrología sea una ciencia aparte, o al menos que sea una ciencia hoy. Si lo fuera, deberia cumplir  varios requisitos, de los cuales sólo quiero mencionar uno. Una característica común al conocimiento cientifico es la formación de instituciones o academias, donde los cientificos deben exponer sus trabajos. Para poseer una verdad científica debemos convencer a nuestros colegas y contar con un respaldo académico. Con esto se trata de darle una mayor objetividad a la ciencia, trascendiendo las meras experiencias individuales.Esto no sucede en la astrología ya que su forma de vida es diferente. Depende totalmente de la perspectiva del astrólogo. Por algo los horóscopos son tan distintos de un diario a una revista o a un libro.

 

No quiero (aunque yo creo en la ciencia) que quede la idea de que las hipótesis no cientificas no sirven para nada. Citemos el diálogo que mantuvo Napoleón con dos de los más importantes matemáticos de la historia de Francia, Laplace y Lagrange: Cuenta la historia que Napoleón, luego de echar una ojeada sobre los monumentales Mecanique Celeste del conde (luego Marqués) Pierre Simon de Laplace, mantuvo la siguiente conversación en una reunión de sabios:

 

-Si, conde de Laplace. Acabo de echar otra ojeada a sus volúmenes sobre el universo. Hay algo que se echa de menos en su importante obra.

 

-¿Siré?

-Olvidó mencionar al Hacedor del universo.

El conde se inclino y por su rostro paso una disimulada sonrisa.

-Sire, no necesitaba esa hipótesis.

El emperador dirigió una escrutadora mirada hacia el vecino de Laplace.

- Y usted, Monsieur Lagrange, ¿qué opina?

- Sire, es una buena hipótesis. Explica muchísimas cosas.

II Consecuencias de un análisis astronómico de la astrología

Sé plural, como el universo.

Fernando Pessoa

 

De la argumentación anterior se desprenden algunas conclusiones interesantes. Aunque trate de mostrar las razones por las cuales se debiera dejar de lado la mezcla astronomía-astrología,  esta, de hecho, ocurre. Muchisimas publicaciones escritas tanto por astrónomos aficionados y  profesionales, asi lo manifiestan. Tratan de refutar la astrología desde la astronomía. Las consecuencias de este proceder son, a mi entender, graves.

 

Por un lado se confunde a la gente sobre que es cada cosa. Al intentar refutar el conocimiento del otro, se establece, quiérase o no, una relación de conmensurabilidad entre los dos campos de acción humanos. Esto hace que las personas unifiquen ambos campos en una perspectiva común (lo cual ya no cumple el objetivo deseado). Peor aún, si se emplean tecnicismos, ya sean astronómicos o astrológicos (para ellos son sólo tecnicismos). En este caso se establece un patrón de buenos y malos; de verdad y falsedad; que la ciencia no debe adjudicarse cuando no posee el instrumento para medir determinadas hipótesis. Y, en el caso que nos ocupa, peor aún.

 

Yo sostengo que la relación en los dos campos que nos ocupan es de INCONMENSURABILIDAD. Son dos cosas cuyas diferencias son más relevantes que sus semejanzas (estas últimas son las responsables de la confusión entre las dos disciplinas, como lo mostraré en la sección siguiente). Juntarlas, es decir que las hipótesis astrológicas son también astronómicas, aunque luego se trate de demostrar que estas hipótesis son falsas. Y esto ademas no sirve. Recordemos los ejemplos dados anteriormente. Hay hipótesis que son falsas para una época y que luego resultan verdaderas para otra. Por lo tanto, la demostración que realicemos, aunque impecable desde el punto de vista lógico, será siempre coyuntural y esto es lo que sabe el inconciente colectivo de la gente, con el agravante que damos por sentado que las hipótesis astrológicas son también astronómicas. Nosotros mismos nos estamos confundiendo. ¿Qué hacer, entonces?. Hablar sobre lo que uno hace, explicar el campo de acción de la tarea que hoy realizamos, la forma de pensar que adoptamos. En fin, decidirse por una actitud que sea, sobre todo, humilde frente al problema. Y dejar sentado que nuestra práctica tiene nada que ver con la Astrologia en ningun sentido posible. Sin embargo la confusión aún permanecerá. Hay una razon muy profunda para esto. Intentaremos esbozarla en la sección siguiente.

III. Hipótesis semiótica sobre la confusión popular astronomía-astrología

Debemos conquistar la verdad mediante conjeturas, o no la conquistaremos de ningún modo

                                      Charles S. Peirce

Vamos a dar ahora un brevísimo paseo por una disciplina muy antigua y muy moderna: La Semiótica. Mencionaremos sólo dos conceptos elementales pero suficientes a nuestros rudimentarios fines.

 

Advertiremos, en primer lugar, que seguiremos los conceptos semióticos elaborados por el fundador del pragmatismo (y de muchísimas cosas más) Charles Sanders Peirce (1838-1914). Quiero decir con esto que no tendré, en consideración, a estos fines, la Semiología fundada por Ferdinand de Saussure[4].

 

La semiótica estudia, según Peirce, la naturaleza y variedades de la semiosis posible. La semiosis es un proceso de remisión de signos a signos, una manera en la que un signo se convierte en otro signo y este, a su vez, en otro y asi ilimitadamente. Un signo es algo que -para  alguien- representa algo en algún aspecto o caracter. Se dirige a alguien, esto es, crea en la mente de esa persona un signo equivalente (denominado interpretante). El signo está en lugar de algo, su objeto. Pero está, en lugar de ese objeto, no en todos sus aspectos (no es el objeto en tanto tal), sino sólo con referencia a un fundamento, denominado representamen. El signo es una relación triádica entre tres lugares  semióticos. Por ejemplo: tenemos un caballo (objeto), aparece una persona y le da un nombre caballo (representamen) de manera tal que, en la  mente de esa persona, se crea una idea de la palabra (en tanto esta es un conjunto de sonidos) caballo (esto es el interpretante). Ahora bien, la cosa no tiene por qué detenerse acá. Tomemos ahora la palabra caballo como un nuevo objeto. Escribamos las letras c a b a l l o (nuevo representamen), con lo cual tendremos una nueva idea a partir de la escritura (por ej. imaginamos un caballo que nunca hemos visto); esto último es el nuevo interpretante. Hemos visto, entonces, como, mediante el proceso  denominado semiosis, un caballo puro y simple se transforma en escritura (y se sigue transformando siempre, porque el proceso nunca acaba; imaginemos los unicornios, los caballos alados, etc.). La tarea de la semiótica es, entonces, dilucidar la lógica que posee el hombre para transformar unos signos, en otros. Tal lógica va más allá de la tradicional lógica simbólica. Debemos internarnos en las lógicas triádicas (de 3 valores de verdad), en la lógica de relaciones (que el mismo Peirce fundara), asi como también, en los recientes desarrollos de una lógica topológica. Desde esta perspectiva, la mente no es, ni más ni menos que un recipiente  semiótico,  lleno de relaciones semióticas, donde los signos están en constante movimiento. Un ejemplo de esta semiosis infinita son los libros. En efecto, un libro siempre produce exégesis. Así que al escribir el primero, ya estábamos condenados a escribir para toda la eternidad. Nunca un libro contendra toda la escritura posible. Siempre habrá comentarios, luego comentarios de esos comentarios, etc.

 

Bien pero yo quiero llegar a lo siguiente: Todo el cielo, desde la perspectiva semiótica es un signo. Como tal, es una relación triádica entre un interpretante, un objeto y un representamen. Pero el interpretante varía de una persona a otra. En nuestro caso, tomemos una parte cualquiera del cielo, por ejemplo, Orión. Las estrellas que forman esta constelación serán el objeto del signo que estamos considerando.  Este objeto es el mismo, tanto para el astrónomo como para el astrologo. Como representamen podemos tomar la palabra Constelación de Orión: también aquí hay concordancia entre astronomía y astrología. Pero sabemos que el significado (el interpretante) cambiará drásticamente, de una a otra disciplina. De hecho, el astrónomo termina traduciendo el Cinturón de Orión a tres estrellas (las tres Marías) con determinadas propiedades espectográficas, etc; mientras que el astrólogo, a la posibilidad de mi participación en un congreso con sede en Montevideo. El proceso de semiosis tiene que ser absolutamente diferente, en ambos casos. ¿Qué sucede, entonces, con la gente?. He aquí lo que pienso: la igualdad del objeto y del  representamen hace que la sociedad confunda astronomía con astrología (de hecho, ambas, al fin y al cabo, miran el cielo). En la percepsión general, se dará también un proceso semiótico distinto. Más aún, si se interpretan estos signos, dado que no es posible de otra manera, a partir del marco conceptual denominado sentido común, que es un marco escencialmente cultural, que tiene sus bases, entre otras cosas, en la educación y que hoy no recibe, por parte de los astrónomos, información suficiente como para interpretar Orión de otra manera.

Conclusiones

 Aquí me pongo a cantar...

                                                                                                                              Martín Fierro.

i) Es necesario establecer una diferencia entre astronomía y astrología. Dicha diferencia se debe hacer, en base a la inconmensurabilidad, que hay entre ambas.

 

ii) Para esto debemos mostrar qué hace nuestra ciencia, cómo lo hace y qué grado de predicción tienen sus descubrimientos. Es decir, dejar en claro qué es la ciencia, para que aquellos astrólogos que se la dan de científicos (que están, por lo tanto, mintiendo), queden por sí solos, al descubierto.

 

iii) Habría que adoptar una actitud mas humilde frente al problema (i.e. no decir que la gente es estúpida y por eso cree en la astrología), e intentar comunicarse con la sociedad. Para esto es necesario lograr el desarrollo de una metafora entre lenguaje cientifico y lenguaje coloquial, lo cual tal vez sea posible lograrlo, si los científicos dedican más tiempo a la buena divulgación científica.

 

iv) Tener un plan educativo-cultural menos confuso. Que se defina qué es lo que se quiere hacer en la relación ciencia-sociedad. Con esto quiero decir, que si se aporta dinero para que la  ciencia funcione, se debería conocer qué es lo que la ciencia hace.

 

v) Pensar en la problematica en que nos puso Kierkegaard: ¿No es posible que mi actividad como observador objetivo de la naturaleza  debilite mi fuerza como ser humano?. Creo que la respuesta que la educación debe dar, a esta cuestión, es permitirnos acceder al conocimiento a través de todas las perspectivas posibles.

 

vi) La semiotica puede brindar, a mi parecer, un instrumento adecuado para establecer por qué se confunde astronomía con astrologíaa.

 

En este mundo traidor,

Nada es verdad ni mentira,

Todo es segun el color

Del cristal con que se mira

Campoamor.

AGRADECIMIENTOS

Deseo expresar mi agradecimiento a mis amigos Raúl Cebral, Martín Zimmerman y Román Scoccimarro, por compartir su tiempo al discutir conmigo temas vinculados directa o indirectamente a esta problemática. Deseo agradecer también a Jaime R. García, por haberme introducido en la ciencia astronómica, a partir de un fuerte sentido crítico, y a esa constante compañía, que trae luz cuando nuestra mente está a oscuras. Por último, deseo expresar mi gratitud a Armando Sercovich (quien me introdujo en la Semiótica y me ayudo a corregir el manuscrito) y a José de España, por ser maestros antes y después de este momento presente.

BIBLIOGRAFIA ORIENTATIVA

1) Obra Lógico-Semiótica, Charles S. Peirce; ed. Armando Sercovich, editorial Taurus, 1987.

2) La Lógica de Charles S. Peirce, Pierre Thibaud; editorial Paraninfo, 1982.

3) El conocimiento de las fronteras, José Luis Sersic; Univ. Nac. de Cordoba, 1972.

4) Historia General de la Naturaleza y Teoría del Cielo, Immanuel Kant; Juarez editor, 1969.

5) Estrellas Variables, Jaime Rubén García; Equipo Sirius, 1990.

6) Astrophysical Concepts, Martin Harwit; Springer-Verlag, 1987.



[1]Trabajo presentado al Coloquio Internacional La Cultura Astronómica en la Sociedad Moderna, Montevideo, Uruguay, 18 al 22 de Julio de 1991. Versión final: publicada en Comunicaciones Astronómicas Año VI, Nº 13, pag. 7, 1992.

 

[2] Nombre dado a los astrónomos por el Dr. Strughold por la particular forma de vida de los astrónomos. Véase, PASP vol. 70, Nº 412, pág. 64, 1958.

 

[3] Me refiero a la Astronomía Moderna. Es decir después de la aparición del telescopio con Galileo. Antes, la astronomía se confundía con la astrología.

 

[4] Para profundizar este punto de la diferencia entre las teorías Saussuriana y Peirciana, recomiendo el prólogo del libro de la Editorial Taurus citado en la bibliografía

 

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