Contribuciones del Instituto Copérnico
Vol. 2, No. 4, Abril 1993
Impreso en Argentina
Una hipótesis semiótica sobre la confusión popular "Astronomía-Astrología"[1]
INSTITUTO COPERNICO
Casilla de Correos 51 Suc.48B, 1448 Buenos Aires, Argentina
e-mail: wahnon@icoper.edu.ar
A personal point of view about the relation between Astronomy and Astrology is established..
Se establece un punto de vista personal sobre la relación que hay entre la Astronomía y la Astrología.
En una montaña casi
desconocida para todo el mundo, irrumpio, en medio de la noche y del frío, un
hombre de gafas oscuras. Este ser se dirigió, con sutil lentitud,
hacia su telescopio. Se sento luego en su banquito preferido, y retiró sus
lentes como si se hubiese arrancado un pedacito de piel. Se inclinó, entonces,
y con un leve esfuerzo logró acondicionar su mirada dentro de la mágica lente.
Sintió entonces, que ya no formaba parte de la tierra y que el universo
arrastraba su cuerpo hacia las profundidades de un Cosmos oscuro y enigmático.
Sabía que él no era el único ser privilegiado entre los hombres de la tierra.
Muchos otros, llamados astrónomos, compartían con él, su pasión, su intriga, y
su amor, por el cielo. También él era
un astrónomo, y por lo tanto formaba una clase especial de hombres denominada homo sapiens erectus nocturnus montanus[2]. Estos hombres formaban un pequeño país
dentro del continente científico. Su pais era próspero y siempre estaba en
constante crecimiento. Era un gran productor de ideas y no se quedaba atrás en
la cosecha de sorpresas. Había formado un mercado común con los matemáticos y
los físicos, y otro con los biólogos y los químicos. Aún no tenía, debido a la
lejania, buenas relaciones con los investigadores de las disciplinas
humanisticas, pero su embajador
confiaba en un pronto y fructífero intercambio.
Pero los astrónomos
estaban en problemas. Comenzaron a llegar noticias inquietantes del otro
continente. Parecía ser, contra todo pronóstico, que el continente místico se
preparaba para La Invasión. Contaban para ello con el mayor ejército del
planeta y con el arma más mortífera. Esta habia sido robada de las propias
entrañas del pequeño país de los astrónomos. Un astrólogo, de nombre
Nostradamus XXIII comandaba las fuerzas.
El desatino lo cometió
Marduk,
al fecundar las aguas,
antes no era antes
ni después, después
ni Marduk necesitaba un
nombre
ni padecía una figura
y al concierto se lo llamó
caos
y al nacido caos
vivir.
Bernardino
Rivadavia.
Este trabajo nace
por la necesidad de poner de manifiesto la toma de conciencia por parte de los
astrónomos (profesionales y aficionados) del estatuto real que la sociedad les
otorga. En primer lugar, diremos que la sociedad no los conoce muy bien. En
efecto, hemos oído, muchas veces, la siguiente frase:
- ¿Vos que
estudias? (dice una persona cualquiera)
- Astronomía
- ¡Ah! Soy de
Tauro... ¿No me podrías calcular mi ascendente?
- ¡No! Pero si yo
estudio A S T R O N O M I A
- ¡Ah!... ¿y qué es
eso?
- Eeeh, bueno...
¡Cómo te lo podría explicar!
Frases como estas
hemos tenido que soportar muy a menudo. Facilmente atribuimos la confusion a la
ignorancia de la gente o a su predisposicion para las creencias misticas. Como
contrapartida, se ha escrito una innumerable cantidad de articulos demostrando
que la astrologia no es una ciencia. Estos ensayos se apoyan en varios puntos
de vista, como ser: los astrologos no proceden de una manera científica, parten de hipotesis
inconsistentes, utilizan un lenguaje ambiguo, etc. Sin embargo, nuestros
compañeros, en este enigmatico camino de la vida, aún consultan habitualmente
sus horóscopos, compran sus cartas natales, y leen la última predicción que
hizo un astrólogo famoso, sobre el futuro de nuestro país.
No intentaré, en
este trabajo, demostrar que la astrología no es una ciencia. Es más, tal cosa
se verá con claridad luego de nuestra discusión. Pretendo, no obstante, mostrar
cuán peligroso es el tratamiento astronómico de la astrologia. Luego, trataré de
dilucidar por qué la sociedad no distingue los conceptos astronomía-astrología,
por qué para la mayoria de los astronómos estos conceptos constituyen una dicotomía,
y por qué estan equivocados estos astrónomos. Propondré, desde luego, posibles
soluciones a estos problemas y, por supuesto, nuevas preguntas. Bien, vayamos a
los acontecimientos:
Señalemos, ante
todo, que si tal análisis fuese posible implicaria que la astrología forma
parte del dominio de investigacion de un astrónomo (y, de una manera más
general de un científico). Esto tiene varias consecuencias. Dentro del terreno
estrictamente cientifico deberiamos asegurarnos de poder abordar, a partir de
nuestro marco teórico, las hipótesis del problema en cuestión, antes que su
verificación empírica. Este proceder no es arbitrario sino que se funda más
bien en una prioridad intrínseca a la investigación misma. La historia de la
astronomía[3] misma nos da un sinnúmero de ejemplos de lo
que estoy diciendo. Veamos algunos: Es bien conocida la hipótesis formulada por
Kant en 1755 sobre las nebulosas espirales. Dijo, ni más ni menos, que estas
nebulosas eran galaxias como nuestra Via Láctea. Esto era una mera hipótesis, y
pasaron casi 200 años hasta que, en 1923 John Duncan y el gran Hubble descubriesen las primeras estrellas
variables en estos sistemas. Pero el camino de la ciencia no fue tan sencillo.
Más bien diremos que la hipotesis kantiana tenia más argumentos en contra, que
a favor, antes del mencionado descubrimiento. Es muy útil ilustrar este punto
con el famoso debate entre Shapley y Curtis sobre los universos islas,
celebrado el 26 de abril de 1920. Hasta ese momento, las observaciones
favorecían a Shapley, quien sostenía que las nebulosas en cuestión pertenecían
a nuestra galaxia. Los hechos empíricos logrados, hasta ese momento, parecían,
entonces, indicar otra verdad, mientras que la intuición kantiana se hallaba
sobre la pista correcta. Creo que coincidiremos, de buen grado, que esta
hipótesis de las nebulosas espirales es claramente astronómica.
Quiero mencionar,
también, la hipótesis desarrollada por Miss Henrietta Swan Leavitt. En 1908, en
base a la observacion de unas 17 cefeidas dentro de las dos nubes de
Magallanes, conjeturo la posibilidad de que existiese una relacion entre el
período y la luminosidad de estas estrellas. Dicha relación se verificó, luego,
con la observación de más estrellas de este tipo. La relación tiene un carácter
fundamental para la astronomía: estaba
en juego la escala de distancias; el patrón fundamental para saber a qué
distancias están los objetos. Sin embargo, aquí tampoco la historia fue muy
feliz. La calibración de esta relación, se hizo en base a los trabajos de
Shapley, quien realizó observaciones de unas estrellas pulsantes, denominadas
RR Lyrae, pertenecientes al halo y, por lo tanto, de poblacion II (concepto que
no se manejaba en ese momento). Recién después de más de dos décadas, en 1952,
Walter Baade se dio cuenta de que, en realidad, no habia una, sino dos
relaciones período-luminosidad, dependiendo de la poblacion a la que la
estrella perteneciese. Esto trajo aparejado que se tengan que corregir, una
gran parte de las distancias (particularmente de las galaxias cercanas), en el
doble de lo que se consideraba hasta ese momento.
Este brevísimo y
podado resumen de un capítulo
fundamental de la historia de la astronomía, nos muestra los vaivenes por donde suelen
navegar los conceptos astronómicos. Esto no es casual, dado que la empresa,
bien lo sabemos, no es fácil.
He tratado de
mostrar, además del movimiento que siguen los descubrimientos astronómicos, lo
importante que es seleccionar una hipótesis de trabajo. Esta puede ser
verdadera o no, eso lo dirá el tiempo. Somos, después de todo, detectives del
universo, y, como tales, elaboramos las más complejas conjeturas, para deducir,
a partir de unos pocos signos, los secretos más recónditos del cosmos. Pero
queda claro que las hipótesis mencionadas en los ejemplos dados con
anterioridad, unque fuesen falsas, son
astronómicas.
Bien cabe
preguntarse, desde una perspectiva metadisciplinaria, cuál o cuáles son las
hipótesis con las que trabaja la astrología. Me detendré en una, que considero
fundamental. Es más, sin ésta la astrología no existe como tal. Me refiero a la
hipótesis según la cual, hay una relación entre los astros y el hombre. Esta
relación se refiere, por ejemplo, a la disposición de los astros y el futuro
del hombre, o la humanidad, etc. Ahora bien:, si se supone válido un análisis
astronómico de la astrología, tendríamos que poder analizar las hipótesis
astrológicas desde el marco teórico que posee la astronomía. ¿Es esto posible?
¡¡¡Decididamente noooooo!!!. No conozco una sola publicación astronómica
profesional donde se asuma la hipótesis mencionada. La astronomía no estudia la
relación entre el futuro del hombre y el cosmos, es más esta, no le interesa en
lo más mínimo. Son prácticas distintas y, como tales, incomparables ya que,
entre otras cosas, sus objetos de estudio son distintos. No tiene nada que ver
la hipótesis de los agujeros negros, con la mancia astrológica. La astrología,
por tanto, no podría ser analizada por la astronomía. Esto no quiere decir que
la astrología sea una ciencia aparte, o al menos que sea una ciencia hoy. Si lo
fuera, deberia cumplir varios
requisitos, de los cuales sólo quiero mencionar uno. Una característica común
al conocimiento cientifico es la formación de instituciones o academias, donde
los cientificos deben exponer sus trabajos. Para poseer una verdad científica
debemos convencer a nuestros colegas
y contar con un respaldo académico. Con esto se trata de darle una mayor objetividad a la ciencia, trascendiendo
las meras experiencias individuales.Esto no sucede en la astrología ya que su
forma de vida es diferente. Depende
totalmente de la perspectiva del astrólogo. Por algo los horóscopos son tan
distintos de un diario a una revista o a un libro.
No quiero (aunque
yo creo en la ciencia) que quede la idea de que las hipótesis no cientificas no
sirven para nada. Citemos el diálogo que mantuvo Napoleón con dos de los más
importantes matemáticos de la historia de Francia, Laplace y Lagrange: Cuenta la
historia que Napoleón, luego de echar una ojeada sobre los monumentales Mecanique Celeste del conde (luego
Marqués) Pierre Simon de Laplace, mantuvo la siguiente conversación en una
reunión de sabios:
-Si, conde de
Laplace. Acabo de echar otra ojeada a sus volúmenes sobre el universo. Hay algo
que se echa de menos en su importante obra.
-¿Siré?
-Olvidó mencionar
al Hacedor del universo.
El conde se inclino
y por su rostro paso una disimulada sonrisa.
-Sire, no
necesitaba esa hipótesis.
El emperador
dirigió una escrutadora mirada hacia el vecino de Laplace.
- Y usted, Monsieur
Lagrange, ¿qué opina?
- Sire, es una
buena hipótesis. Explica muchísimas cosas.
Sé plural, como el universo.
Fernando Pessoa
De la argumentación
anterior se desprenden algunas conclusiones interesantes. Aunque trate de
mostrar las razones por las cuales se debiera dejar de lado la mezcla
astronomía-astrología, esta, de hecho,
ocurre. Muchisimas publicaciones escritas tanto por astrónomos aficionados
y profesionales, asi lo manifiestan.
Tratan de refutar la astrología desde la astronomía. Las consecuencias de este
proceder son, a mi entender, graves.
Por un lado se
confunde a la gente sobre que es cada cosa. Al intentar refutar el conocimiento
del otro, se establece, quiérase o no, una relación de conmensurabilidad entre
los dos campos de acción humanos. Esto hace que las personas unifiquen ambos
campos en una perspectiva común (lo cual ya no cumple el objetivo deseado).
Peor aún, si se emplean tecnicismos, ya sean astronómicos o astrológicos (para
ellos son sólo tecnicismos). En este caso se establece un patrón de buenos y
malos; de verdad y falsedad; que la ciencia no debe adjudicarse cuando no posee el instrumento para medir determinadas hipótesis. Y, en el
caso que nos ocupa, peor aún.
Yo sostengo que la
relación en los dos campos que nos ocupan es de INCONMENSURABILIDAD. Son
dos cosas cuyas diferencias son más relevantes que sus semejanzas (estas últimas
son las responsables de la confusión entre las dos disciplinas, como lo
mostraré en la sección siguiente). Juntarlas, es decir que las hipótesis
astrológicas son también astronómicas, aunque luego se trate de demostrar que
estas hipótesis son falsas. Y esto ademas no sirve. Recordemos los ejemplos
dados anteriormente. Hay hipótesis que son falsas para una época y que luego
resultan verdaderas para otra. Por lo tanto, la demostración que realicemos,
aunque impecable desde el punto de vista lógico, será siempre coyuntural y esto
es lo que sabe el inconciente colectivo de la gente, con el agravante que damos
por sentado que las hipótesis astrológicas son también astronómicas. Nosotros
mismos nos estamos confundiendo. ¿Qué hacer, entonces?. Hablar sobre lo que uno
hace, explicar el campo de acción de la tarea que hoy realizamos, la forma de
pensar que adoptamos. En fin, decidirse por una actitud que sea, sobre todo,
humilde frente al problema. Y dejar sentado que nuestra práctica tiene nada que
ver con la Astrologia en ningun sentido posible. Sin embargo la confusión aún
permanecerá. Hay una razon muy profunda para esto. Intentaremos esbozarla en la
sección siguiente.
Debemos conquistar la verdad mediante conjeturas, o no la conquistaremos de ningún modo
Charles S. Peirce
Vamos a dar ahora
un brevísimo paseo por una disciplina muy antigua y muy moderna: La Semiótica.
Mencionaremos sólo dos conceptos elementales pero suficientes a nuestros
rudimentarios fines.
Advertiremos, en
primer lugar, que seguiremos los conceptos semióticos elaborados por el
fundador del pragmatismo (y de muchísimas cosas más) Charles Sanders Peirce
(1838-1914). Quiero decir con esto que no tendré, en consideración, a estos
fines, la Semiología fundada por Ferdinand de Saussure[4].
La semiótica
estudia, según Peirce, la naturaleza y variedades de la semiosis posible. La
semiosis es un proceso de remisión de signos a signos, una manera en la que un
signo se convierte en otro signo y este, a su vez, en otro y asi
ilimitadamente. Un signo es algo que -para
alguien- representa algo en algún aspecto o caracter. Se dirige a
alguien, esto es, crea en la mente de esa persona un signo equivalente
(denominado interpretante). El signo
está en lugar de algo, su objeto. Pero está, en lugar de ese objeto, no en
todos sus aspectos (no es el objeto en tanto tal), sino sólo con referencia a
un fundamento, denominado representamen.
El signo es una relación triádica entre tres lugares semióticos. Por ejemplo: tenemos un caballo (objeto), aparece una
persona y le da un nombre caballo (representamen)
de manera tal que, en la mente de esa
persona, se crea una idea de la
palabra (en tanto esta es un conjunto de sonidos) caballo (esto es el
interpretante). Ahora bien, la cosa no tiene por qué detenerse acá. Tomemos
ahora la palabra caballo como un nuevo objeto. Escribamos las letras c a b a l
l o (nuevo representamen), con lo cual tendremos una nueva idea a partir de la
escritura (por ej. imaginamos un caballo que nunca hemos visto); esto último es
el nuevo interpretante. Hemos visto, entonces, como, mediante el proceso denominado semiosis, un caballo puro y
simple se transforma en escritura (y se sigue transformando siempre, porque el
proceso nunca acaba; imaginemos los unicornios, los caballos alados, etc.). La
tarea de la semiótica es, entonces, dilucidar la lógica que posee el hombre
para transformar unos signos, en otros. Tal lógica va más allá de la
tradicional lógica simbólica. Debemos internarnos en las lógicas triádicas (de
3 valores de verdad), en la lógica de relaciones (que el mismo Peirce fundara),
asi como también, en los recientes desarrollos de una lógica topológica. Desde
esta perspectiva, la mente no es, ni más ni menos que un recipiente semiótico,
lleno de relaciones semióticas, donde los signos están en constante
movimiento. Un ejemplo de esta semiosis
infinita son los libros. En efecto, un libro siempre produce exégesis. Así
que al escribir el primero, ya estábamos condenados a escribir para toda la
eternidad. Nunca un libro contendra toda la escritura posible. Siempre habrá
comentarios, luego comentarios de esos comentarios, etc.
Bien pero yo quiero
llegar a lo siguiente: Todo el cielo, desde la perspectiva semiótica es un
signo. Como tal, es una relación triádica entre un interpretante, un objeto y
un representamen. Pero el interpretante varía de una persona a otra. En nuestro
caso, tomemos una parte cualquiera del cielo, por ejemplo, Orión. Las estrellas
que forman esta constelación serán el objeto del signo que estamos
considerando. Este objeto es el mismo,
tanto para el astrónomo como para el astrologo. Como representamen podemos tomar
la palabra Constelación de Orión:
también aquí hay concordancia entre astronomía y astrología. Pero sabemos que
el significado (el interpretante) cambiará drásticamente, de una a otra
disciplina. De hecho, el astrónomo termina traduciendo el Cinturón de Orión a
tres estrellas (las tres Marías) con determinadas propiedades espectográficas,
etc; mientras que el astrólogo, a la posibilidad de mi participación en un
congreso con sede en Montevideo. El proceso de semiosis tiene que ser
absolutamente diferente, en ambos casos. ¿Qué sucede, entonces, con la gente?.
He aquí lo que pienso: la igualdad del objeto y del representamen hace que la sociedad confunda astronomía con
astrología (de hecho, ambas, al fin y al cabo, miran el cielo). En la percepsión general, se dará también un
proceso semiótico distinto. Más aún, si se interpretan estos signos, dado que
no es posible de otra manera, a partir del marco conceptual denominado sentido común, que es un marco escencialmente cultural, que tiene sus
bases, entre otras cosas, en la educación y que hoy no recibe, por parte de los
astrónomos, información suficiente como para interpretar Orión de otra manera.
Aquí me pongo a cantar...
Martín Fierro.
i) Es necesario
establecer una diferencia entre astronomía y astrología. Dicha diferencia se
debe hacer, en base a la inconmensurabilidad, que hay entre ambas.
ii) Para esto
debemos mostrar qué hace nuestra ciencia, cómo lo hace y qué grado de
predicción tienen sus descubrimientos. Es decir, dejar en claro qué es la
ciencia, para que aquellos astrólogos que se la dan de científicos (que están,
por lo tanto, mintiendo), queden por sí solos, al descubierto.
iii) Habría que
adoptar una actitud mas humilde frente al problema (i.e. no decir que la gente
es estúpida y por eso cree en la astrología), e intentar comunicarse con la sociedad. Para esto es necesario lograr el
desarrollo de una metafora entre
lenguaje cientifico y lenguaje coloquial, lo cual tal vez sea posible lograrlo,
si los científicos dedican más tiempo a la buena
divulgación científica.
iv) Tener un plan
educativo-cultural menos confuso. Que se defina qué es lo que se quiere hacer
en la relación ciencia-sociedad. Con esto quiero decir, que si se aporta dinero
para que la ciencia funcione, se
debería conocer qué es lo que la ciencia hace.
v) Pensar en la
problematica en que nos puso Kierkegaard: ¿No
es posible que mi actividad como observador objetivo de la naturaleza debilite mi fuerza como ser humano?.
Creo que la respuesta que la educación debe dar, a esta cuestión, es
permitirnos acceder al conocimiento a través de todas las perspectivas
posibles.
vi) La semiotica
puede brindar, a mi parecer, un instrumento adecuado para establecer por qué se
confunde astronomía con astrologíaa.
En este mundo traidor,
Nada es verdad ni mentira,
Todo es segun el color
Del cristal con que se mira
Campoamor.
Deseo expresar mi
agradecimiento a mis amigos Raúl Cebral, Martín Zimmerman y Román Scoccimarro,
por compartir su tiempo al discutir conmigo temas vinculados directa o
indirectamente a esta problemática. Deseo agradecer también a Jaime R. García,
por haberme introducido en la ciencia astronómica, a partir de un fuerte
sentido crítico, y a esa constante compañía, que trae luz cuando nuestra mente
está a oscuras. Por último, deseo expresar mi gratitud a Armando Sercovich
(quien me introdujo en la Semiótica y me ayudo a corregir el manuscrito) y a
José de España, por ser maestros antes y después de este momento presente.
1) Obra
Lógico-Semiótica, Charles S. Peirce; ed. Armando Sercovich, editorial Taurus,
1987.
2) La Lógica de
Charles S. Peirce, Pierre Thibaud; editorial Paraninfo, 1982.
3) El conocimiento
de las fronteras, José Luis Sersic; Univ. Nac. de Cordoba, 1972.
4) Historia General
de la Naturaleza y Teoría del Cielo, Immanuel Kant; Juarez editor, 1969.
5) Estrellas
Variables, Jaime Rubén García; Equipo Sirius, 1990.
6) Astrophysical
Concepts, Martin Harwit; Springer-Verlag, 1987.
[4] Para profundizar este punto de la
diferencia entre las teorías Saussuriana y Peirciana, recomiendo el prólogo del
libro de la Editorial Taurus citado en la bibliografía
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